BRUNO DI BENEDETTO // CÉSAR BISSO // CLARA CANZANI // IRENE MARKS // JORGE SANTIAGO PEREDNIK // JUAN L. ORTIZ // MANUEL RUANO= = = = = = = = = = = = = = = = = =
BRUNO DI BENEDETTO
Una absurda báscula de medir qué
la mirada
tic tac
éste es el mundo
éste es el mundo
éste es el mundo
¿y el deslímite del paisaje?
¿Y ese tajo más allá de las hojas secas?
¿y esa rajadura en el aire?
si la mirada no es una pregunta
si la pregunta no es constante
el ojo cae.
(de Dormir es un oficio inseguro, 2003)
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CÉSAR BISSO
Nada he perdido
La infancia bendice aquellos días
y vuelve a encender la mirada
del pasionario
en el mismo sitio donde amar
dolió por primera vez.
Por ella transito sin prisa
la mansa calle de arena
trasmudando
de norte a sur
olores de frutales,
música de almácigos
que levan ardientes
al fondo del verano.
Entre el niño y el hombre
los retazos del corazón
se han vuelto añosos camalotes
y boyan
entre el agua y el silencio.
Nada he perdido.
Sigo aquí, pasajero indolente
que trasborda hacia la isla
y convierte en Caronte
la orilla del milagro.
Aún navego el río de la insensatez,
custodio el sábalo que pendula
cerca del barro, bajo cielo de agua.
Vuelvo a empuñar la voz de mi padre,
el aduanero,
que desgaja la casa de madera
férvida, inmóvil, en medio de la noche.
II
Lo que no pude ser también está aquí.
Más allá del sueño imperfecto
el horror de mis ojos tributa una patria.
Triste la amé sin conocerla,
sucumbí al perdón por no despertar.
Conservo el canto obstinado,
la duda, el miedo, la misericordia.
Nada he perdido.
La única derrota inmerecida es la del corazón.
III
El hombre perdura en la infancia.
Sus dones, ritos, plegarias.
El sacramento del pan,
el conjuro de las tumbas,
fantasmas adormilados,
camalotes plegados al devenir,
tacuaritas que no extraviaron el vuelo,
la calle, los olores, el patio infinito.
Y la mirada, que siempre regresa.
Todo está aquí.
En la embriaguez del dolor zozobra el olvido.
Quien deja esta tierra abandona el mundo.
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CLARA CANZANI
años / estratos de tiempo en el cosmos / convenciones estipuladas por unanimidad / humanidad del aire / intento de concreción sideral de los cuerpos / celestes esfuerzos por terminarlos de alguna manera sincronizados con la estadística / irse a dormir con la tranquilidad de haber visto la última estrella / de haber pisado último con el izquierdo / terminar de alguna forma aceptable / cerrar el círculo / como se supone que gira el sol / el astro se confabula se alinea también para cumplir su vuelta en punto / exactos ellos los vuelos / de las gotas de las copas rebalsando familias / cuentas regresivas cada vez más largas / contando los pasos los kilos los huecos los únicos los destinos / todo / cuenta cae por la curva de la clepsidra / la intersección / el intervalo ínfimo / resignado a ser satélite / pluscuamperfecto / y otros equinoccios más en el perímetro / las fuerzas últimas / y ahora primas / lejanas se abrazan / para la foto / la sonrisa alcohólica / la temperatura simétrica / del mundo / queriendo unirse / yoko y john y la canción con el coro / los globos y el fuego / trescientos sesenta y tantas cenas pacientes / ochocientos veinticuatro trenes / actualización de fuerzas occidentales / de las formas / de agendas / un imán nuevo para la heladera / sin hojas / en los troncos / más grietas en las raíces / los pelos más largos / las uñas más largas / las uvas / los taxis que no se consiguen / caminando / después de la medianoche / las calabazas / el último punto de partida lácteo y fugaz / de los presentes simultáneos / de los hombres.
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IRENE MARKS
ENTONCES
El viento tiene frío ...y es de noche en la mitad de mí
Sombras de grandes bestias
y las llamas del fuego descubren las paredes de la cueva por
ratos.
Brillan tus ojos y estás, naturalmente,
rodeado por la niebla, mirando desde el hueco de los tiempos las
primeras estrellas.
En un rincón cercano llora un niño que tal vez yo conozca...
y se cierra la puerta
(del libro "Origen",2009)
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JORGE SANTIAGO PEREDNIK
En la fisura
En la fisura, entonc’, en su holg
ura, en la ruda urdimbre del fis
esa pinza separadora que aseg
ura la distancia indesarmable
de unos labios o costas sin puente
en la textura de la fisura llamada caje
en la piel que demuda al ser y es
la risible apariencia de un nada, en
el alien
to del parónimo alcanzable e
inasible, en lo verbísimo del su
entre el fi y el ra que remuda el
huero instante, en el espejo de la deuda
botadora y con los ojos de la duda
en el fretérito puturo, en la imposi
ble agilidad del cuerpo
en el fi que derrota a la u
allí, sí, abrí, por cerrar la fisura
el agujero cosido a no salir
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JUAN L. ORTIZ
YO ADORO...
Yo adoro una mujer de aire.
La sentíamos bastante como el aire,
brillante o secreta esencia, ah, de lo que nos tocaba;
alma del tiempo, sí, más allá de las formas,
sin forma siempre como el aire?
Cuando la mujer de aire se va,
no, no me digáis que las flores son flores y que la luz es luz,
que la colina sube hacia la nubes y que la tarde baja hasta las aguas
y que el anochecer viene de espejos por las lejanas islas, por las islas...
Ni menos me digáis, oh, no me digáis, que la luna de julio se ha entibiado entre las ramas...
No, no me digáis nada, que cuando la mujer de aire se va
el aire, el aire?, es una asfixia oscura,
y hay manos, muchas manos, tendidas hacia nosotros desde otras sombras como raíces invertidas...
Pero verdad que la mujer de aire siempre vuelve?
—Siempre regresa, sí, pero no basta adorarla porque ella es la libertad.
(TEXTO APORTADO POR JORGE SANTIAGO PEREDNIK)
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MANUEL RUANO
ANGELOTES DE LA VIEJA ROMA
“Duerme el verano en la miel virgen,
el lagarto en su infancia de monstruo”
Salvatore Quasimodo
Morta di mal d’amore:
Me saludan tus bufones de la corte de los Borgia.
En tus fuentes están esos niños gibosos (que hay en las alturas),
mas debieran ser los viejos mutilados de la guerra que juegan a ser dioses.
O mujeres de palacio debieran ser. Peligrosas hasta la misma muerte.
Esas que secretean su perversidad en galerías secretas.
Mas las hay también piadosas y pecadoras, como lunas de plenilunio.
Morta di mal d’amore:
Tus escalinatas están llenas de gatos abandonados
y angelotes terribles que hacen inaguantables mis pesadillas...
Y las sombras, ¡ah, las sombras!, sombras son de otras épocas,
que se han ido directo al Aretino,
para aunciarle un jardín de putas esplendorosas, que no saben mentir...
Con certera vocación, Lucrecia Borgia dice aquí estoy yo,
presta en su ajuar que bien le sienta en su vestido de seda verde,
tocado de perlas cuajadas como gotas de rocío.
Morta di mal d’amore:
Un relieve más tu Coliseo,
donde perduran rastros de sangre todavía, esqueletos de piedra caliza,
fogatas interiores...
Casanova estuvo por aquí, estoy seguro, aspirando su rapé.
Con toda seguridad anduvo en la Vía Giulia, en Casa del maestro Raffaello.
A mí me consta que el marqués de Sade, también se hizo presente en estas calles,
un viernes 27 de octubre del 1775,
detrás de una máscara ámbar y un lunar junto a la boca.
A mí me consta, Morta di mal d’amore.
Ahora, todos me sospechan como a otro espectro de la noche.
Y quedo a tus pies, en este año de 1986.
Como daguerrotipo prohibido o truco del diablo.
Eso sí, cada estatua vale una fuga. Cada penumbra, una lamentación.
(Por la ventana del hotel, veo ahora a una muchacha vestida de mecánico
que cambia un neumático)
Y tú estás mordida en la soledad, morta di mal d’amore;
escrita como epitafio en piedra tosca, en mármol de Carrara,
como cenotafio de lignito indiferente al mundo.
Los temas consabidos están ahí: la guerra, la usura, la Muerte.
(A Fellini le encantaban esos planos generales y atrevidos de tu nostalgia...)